Nuestra vida...

Nuestra vida en el Carmelo...


"HEMOS CONOCIDO EL AMOR QUE DIOS NOS TIENE Y HEMOS CREÍDO EN ÉL"


Estas palabras de San Pablo expresan nuestra más profunda experiencia del AMOR DE DIOS que nos HA LLAMADO EN FORMA PERSONAL A SEGUIRLO. Nuestra vida como Carmelitas Descalzas en la Iglesia y para el mundo, es una respuesta al Amor del Señor que nos ha llamado a ser "sus esposas". Para que a través de nuestra vida de oración e inmolación, se extienda el Reino de Dios a todo el mundo.


Sta. Teresa de Jesús nos fundó con un profundo ideal eclesial apostólico, orientando toda la vida de las Carmelitas Descalzas, en bien de la Iglesia y de todos los hombres. De modo que cada instante de nuestra vida, sea un continuo acto de amor que eleve al mundo hacia Dios.


Estamos aquí para orar, ¡es nuestra misión!. Con Jesús, compartimos su vida y su destino, y con Él nos sentimos también muy cercanas a nuestra gente.


Nuestra jornada diaria está armónicamente distribuida entre oración, trabajo, vida fraterna y descanso. Con el rezo del Oficio Divino o la Liturgia de las Horas, en comunidad, a lo largo de la jornada, santificando el día con la oración litúrgica que es la voz de toda la Iglesia en unión con Cristo, al Padre para gloria y alabanza Suya. De este modo, ofrecemos los gozos y los dolores de todos los hombres, suplicamos por toda la humanidad, encomendamos todas la intenciones y necesidades que llegan hasta nosotras. La celebración litúrgica que es fuente y culmen de toda nuestra jornada, es desde luego, la celebración de la Santa Misa. En la cual participan todos los fieles que pueden, reuniéndose en nuestra capilla conventual.


La esencia del Carmelo es la oración, el "trato de amistad" con Dios, con Jesucristo, el encuentro profunda y vital con el Dios que nos Ama, es el mirarle a Él y el dejarnos mirar por su Amor que todo lo renueva en nosotros. A Él llevamos todos los gozos y sufrimientos de nuestro pueblo y como María le decimos: No tienen paz, no tiene amor, no hay comprensión... Nuestra oración se dirige de forma especial también por los sacerdotes y los misioneros, sabiendo que junto con ellos trabajamos para gloria de Dios.


La Carmelita aprende de su Madre y Maestra, María, el trato de amistad con Dios. "La presencia de María entre sus hijas y hermanas, impregna totalmente la vocación carmelitana y confiere una impronta Mariana particular a la contemplación y a la comunión fraterna, a la abnegación evangélica y al espíritu apostólico".

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